Asi fue la ayuda de Estados Unidos con los Satélites Norteamericanos.-
Satélites Norteamericanos sobre las Islas Malvinas
Varios satélites norteamericanos fueron puestos a disposición del esfuerzo bélico británico durante el conflicto por las Islas Malvinas en 1982.
Este artículo describe a los satélites de reconocimiento de imágenes y de inteligencia de señales (SIGINT) en órbita para ese entonces y un análisis de sus capacidades, dadas las limitaciones de este tipo de sensores en un conflicto naval.
Para 1982, la relación especial estaba más que nunca activa. Ante el enemigo considerado común (la Unión Soviética y los países del llamado Pacto de Varsovia) esos lazos se habían estrechado fuertemente, lo que podía fácilmente avizorarse en los programas de cooperación militar y de inteligencia.
En efecto, ambos países poseían responsabilidades mayores en el esquema defensivo de la Alianza Atlántica, tanto en lo que hace en medios convencionales como nucleares, poseían un esquema compartido de recolección e interpretación de inteligencia (el acuerdo conocido como
UKUSA), tenían un programa de intercambio de oficiales y compartían recursos satelitales, entre otras actividades comunes. Gran Bretaña era posiblemente el gran aliado europeo de los estadounidenses (el campo de
batalla donde se pelearía la Tercera Guerra Mundial), así como Estados Unidos era visto por el Reino Unido como el guardián del mundo occidental
Los satélites de reconocimiento
Así se llegó el 2 de abril de 1982, cuando Argentina re-ocupó las islas, al conflicto abierto por las Islas Malvinas, tomadas por la fuerza por los británicos en el lejano 1833.
En ese marco, según las apreciaciones argentinas, los satélites de reconocimiento norteamericanos tuvieron un papel absolutamente vital durante el conflicto por Malvinas, en beneficio de su tradicional aliado británico.
No fue la única ayuda, ni militar ni de inteligencia, recibida por los británicos desde los norteamericanos, pero vale la pena analizar la misma en detalle, en tanto tuvo un papel relevante en los acontecimientos bélicos ocurridos en el Atlántico Sur, desde abril a junio de aquel 1982.
Las fuerzas armadas convencidas
En primer lugar, es bueno señalar que el convencimiento de que nada se escapaba a las lentes de los satélites de los Estados Unidos estaba presente en las tres fuerzas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) y en todos los niveles de conducción y escalones de combate de la Argentina, aún cuando la Armada era la que se sentía más limitada por su presencia, en tanto consideraba que comprometían la libertad de acción de su Flota de Mar.
El Almirante Anaya, Jefe del Estado Mayor de la Armada Argentina, prestando declaración formal luego de la guerra, decía que los norteamericanos estaban vigilando el Atlántico Sur con satélites, agregando que dicha información le
había sido entregada por varios almirantes norteamericanos. Especialmente señalaba que, a partir del 3 de abril, “el enemigo disponía de información satélite sobre todo movimiento de Unidades de Superficie”
Su subordinado, el Vicealmirante Juan José Lombardo, Comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (y Comandante de Operaciones Navales), consideraba también que “la NATO tenía perfectamente clara la situación del mar…por la información de satélites saben cuáles son
los buques que están navegando; lo que no saben es quién es ese buque… esa información yo estoy convencido que la tenían”. Asimismo, expresó que “en Norfolk” (la base naval más grande del mundo, perteneciente a la U.S. Navy) “hay una pantalla mundial con todos los blancos en el mar”
y que “hay satélites que están obteniendo informaciones periódicas”.
Un escalón más abajo, el Contraalmirante Gualter Allara, comandante de la Flota de Mar, también “estaba convencido – de que el enemigo tenía nuestra posición. La noticia fue confirmada para nosotros el día tres de mayo. Por un despacho que nos remitió el propio Comandante en Jefe,
en donde nos señaló taxativamente que el enemigo tenía información permanente sobre la posición de los buques propios, por información satélite”
Es decir, cada oficial naval, en su nivel de conducción, tenía la convicción que los satélites norteamericanos estaban haciendo la diferencia para la Royal Navy
De alguna forma, este convencimiento naval que el Atlántico Sur estaba vigilado en forma remota se vio expuesto al nivel de conducción política argentina y a la opinión pública luego del hundimiento del Crucero Belgrano: entonces se comenzó a señalar que el hundimiento (ocurrido el 2 de mayo, por torpedos del submarino HMS Conqueror) fue posibilitado
por un satélite norteamericano.
Así, una noticia de la agencia oficial argentina de noticias TELAM lo aseguraba, como también el embajador norteamericano en Buenos Aires Harry Shlaudeman fue confrontado por autoridades del Ejército Argentino,
con “pruebas concretas” acerca que un satélite norteamericano “había entregado información de inteligencia que permitió a los británicos localizar y hundir al Belgrano”
Lo mismo fue repetido por Galtieri al presidente peruano, en el marco de las conversaciones de paz que se estaban desarrollando.
Los decisores político / militares y los medios de comunicación (claro está, dirigidos por el esfuerzo de Guerra Psicológica) parecían seguros que nada se escapaba a la constelación de satélites espías que se encontraban sobre
el Atlántico Sur. La prueba era, claro está, el hundimiento del crucero.
Para 1982, ello no era enteramente correcto.
La verdad sobre los satélites en 1982
primer lugar, es bueno señalar que el convencimiento de que nada se escapaba a las lentes de los satélites de los Estados Unidos estaba presente en las tres fuerzas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) y en todos los niveles de conducción y escalones de combate de la Argentina, aún cuando la Armada era la que se sentía más limitada por su presencia, en tanto consideraba que comprometían la libertad de acción de su Flota de Mar.
El imaginario popular considera a los satélites “espías” como grandes telescopios mirando hacia la tierra, con posibilidad de transmitir imágenes absolutamente nítidas y con una resolución asombrosa, cualquiera sea la meteorología existente, en forma instantánea a cualquier parte del mundo
Si bien los satélites de reconocimiento por imágenes poseen enorme utilidad estratégica, su utilidad operacional y táctica resulta máxime en un conflicto predominantemente
aeronaval como fue el de Malvinas.
En abril de 1982, Estados Unidos poseía en órbita tres satélites de este tipo, un KH-8 (Proyecto “Gambit-3) y dos KH-11 (“Kennan” o “Crystal”). El KH-8 terminó su misión el 23 de mayo, siendo reemplazado por un KH-9 (“Hexagon”) lanzado un poco antes, el 11 de ese mes.
Tanto el KH-8 como el KH-9 que lo suplantó poseían cámaras de alta resolución, pero la película era lanzada a la atmósfera en paracaídas (lo cual ocurría posiblemente luego de varios días de tomada la imagen) desde los 160 km de la órbita del satélite.
Resulta interesante hacer notar que los casi 65 kilómetros de film que portaba el KH-9 era eyectado a la tierra por cuatro cápsulas diferentes, esto es el satélite podía tomar una gran cantidad de Respecto al más viejo KH-8, se trataba de la misión 4352, que había tenido problemas en eyectar la primera de sus dos únicas cápsulas con film hacia la tierra el 20 de marzo de 1982, quedando esta flotando en el espacio. El 23 de mayo el satélite pudo lanzar su restante cápsula, que contenía imágenes tomadas a alta y baja altitud pero, por causas que jamás se pudieron establecer, las mismas se
encontraban degradadas en un 50 % respecto las expectativas originales.
Por su parte, el KH-11 puede considerarse como el primero de los satélites modernos que almacenaba digitalmente las
imágenes. Poseía, en 1982, una calidad de las tomas ligeramente inferior a sus antecesores (al no encontrarse todavía madura la tecnología digital) por lo cual el patrón de uso habitual era mantener dos KH-11 y un KH-8
o 9 en órbita.
Al inicio de las hostilidades, ninguno de estos satélites tenía órbitas compatibles con Malvinas y Argentina. Para lograr cobertura sobre el área, la de uno de ellos, posiblemente la del KH-11 misión n°4, fue modificada tempranamente a expensas de la misma vida útil del satélite, según afirmaciones del mismo Secretario de Defensa
de Estados Unidos Caspar Weinberger. Puede entenderse que el KH-9 también habría tomado imágenes de la zona en conflicto.
Se estimaba que el KH-11 (que seguía un rumbo Sur-Norte), cuarenta y cinco minutos después de tomar imágenes en el Atlántico Sur, estaba en condiciones de transmitirlas directamente a la estación terrena de Menwith
Hill, Yorkshire, Gran Bretaña, operada por la National Security Agency (Agencia de Seguridad Nacional) de Estados Unidos o, llegado el caso, podía coordinar directamente con una constelación de satélites de comunicaciones en órbitas más altas, para lograr un enlace casi instantáneo.
Desde principios de abril, el Secretario de Marina de Estados Unidos, John F. Lehman Jr. “revisaba regularmente fotografías ultra secretas de las Islas Malvinas, recientemente invadidas por Argentina, observando los pequeños esfuerzos para fortificarlas… nuestros satélites y otras fuentes
entonces nos dieron un asiento privilegiado mientras Gran Bretaña reunía sus fuerzas y las hacía navegar hacia los lejanos mares del sur” añadiendo este que dicha información se compartía con el Reino Unido.
Por su parte, los británicos manifiestan que, durante abril, solamente obtuvieron de los norteamericanos imágenes de las Georgias del Sur, pero no de las Malvinas ni de las bases continentales. A todo evento, esta información fue vital para lograr los británicos imponerse en las Georgias.
Sin embargo, el gran problema fue que las imágenes satelitales, como dijo un almirante norteamericano luego de la guerra “no proveen información táctica. Son sistemas estratégicos, pero no tácticos”, en tanto la gran demora entre que la información es transmitida a tierra, resulta procesada, analizada y girada finalmente a algún comando operativo.
Dicho de otra forma, pueden tomar imágenes de una base, un aeródromo, posiciones militares fijas, infraestructura, etc., pero no sirve este tipo de satélites para conducir acciones en un teatro aeronaval, más allá del problema que representa que el satélite pueda ubicar a una formación naval,
en tanto implicaría saber no solo donde está, sino donde estará cuando pase el satélite por la zona. Lo mismo se aplica a una fuerza terrestre en movimiento.
Había también otro problema que el mismo almirante refiere, y es que “los satélites fotográficos solamente son efectivos en forma esporádica, porque aunque podemos tomar una video-imagen, esta sólo puede lograrse si
no hay cobertura de nubes”, lo cual era un caso excepcional en la nubosa meteorología de Malvinas.
El análisis de las imágenes y las señales
En Estados Unidos, las imágenes recogidas por el satélite, y luego de un análisis preliminar por la estación que las bajaba eran analizadas por el National Photograpic Interpretation Center, un organismo centralizado de análisis
fotográfico ubicado al sudeste de Washington, dependiente de la CIA (Central Intelligence Agency).
En Estados Unidos, las imágenes recogidas por el satélite, y luego de un análisis preliminar por la estación que las bajaba eran analizadas por el National Photograpic Interpretation Center, un organismo centralizado de análisis
fotográfico ubicado al sudeste de Washington, dependiente de la CIA (Central Intelligence Agency).
En el año 2010 se desclasificó el índice mensual de imágenes tomadas en 1982, los cuales resultan accesibles desde enero de 2015 en las bases de datos de la CIA en Maryland.
De un análisis de las casi 400 hojas de los informes correspondientes a abril y mayo de 1982, surge que el esfuerzo satelital de Estados Unidos estaba volcado principalmente (y en forma previsible) a la Unión Soviética, con menor relevancia otorgada a China y el Medio Oriente. Asimismo, queda claro que los objetos de atención eran instalaciones fijas, civiles y militares.
De interés para el conflicto Malvinas, hay meramente una docena de objetivos, principalmente aeródromos y puertos, con lo que puede concluirse que la efectividad de la actividad satelitaria de reconocimiento por imágenes fue limitada, quizá por las dificultades para obtener fotografías (por la siempre presente capa nubosa).
Por supuesto, ello no significa que se hayan analizado solamente doce objetivos durante abril / mayo de 1982, en tanto los británicos pudieron haber realizado sus análisis independientes, especialmente de las imágenes digitales de los KH-11, bajadas directamente el Reino Unido. Sin embargo
es un dato relevante para establecer las limitadas capacidades de este tipo ingenios espaciales.
Debe señalarse, también, que dichas imágenes no fueron enviadas libremente a las unidades de combate británicas. Por ejemplo, los Royal Marines no las recibieron durante toda la campaña, pudiendo creerse que las unidades del
ejército británico en las islas corrieron la misma suerte.
Más utilidad se les dio a las imágenes en el planeamiento de la Operación Plum Duff (la inserción de una patrulla de los comandos del SAS en las cercanías de Río Grande, en la isla argentina de Tierra del Fuego), en tanto se contó con algunas, en escala 1:50.000, cubriendo la isla tanto en su parte argentina como chilena
Reafirmando lo expuesto, vale citar al Capitán de Navío (R) Néstor Domínguez, posiblemente el mayor experto argentino en materia satelital militar, quien termina afirmando que “se podría encontrar una gran cantidad de informaciones posibles que la Fuerza de Tareas no pudo haber
recibido” de los satélites de reconocimiento visual
Es decir, puede concluirse que este tipo de satélites no hizo una diferencia apreciable durante el conflicto de Malvinas, aún cuando proporcionó información puntual de enorme importancia.
Otros satélites norteamericanos
Ahora bien, otros satélites militares norteamericanos de reconocimiento sí realizaron aportes relevantes para los británicos en el conflicto por las Islas Malvinas.
En primer lugar, puede señalarse a la serie de satélites “White Cloud” (Nube Blanca) o NOSS (por las siglas en inglés de Sistema de Vigilancia Oceánica de la Armada), operados por la Armada de los Estados Unidos y del tipo ELINT (Inteligencia Electrónica). Estos satélites, usualmente
agrupados en tres, podían detectar señales electrónicas en un radio de 3200 kilómetros, siendo el principal sensor espacial de la U.S. Navy. Vale agregar que algunas versiones indican que también los KH-9 y KH-11 operaban una constelación de satélites menores (“ferrets”), con una capacidad similar, aún cuando orientada a blancos en tierra.
Uno de estos satélites ELINT tuvo un interesante papel en el conflicto cuando, por la tarde del 1° de mayo, detectó una emisión radar proveniente de un destructor Tipo 42 argentino
Dicha información, pasada rápidamente al buque insignia HMS Hermes, permitió a los británicos conocer que el portaaviones argentino (que era claramente escoltado por los destructores ARA Hércules y Santísima Trinidad) se encontraba en sus cercanías, tomándose entonces los recaudos necesarios, tanto para precisar su posición, como poniendo distancia los británicos para evitar un ataque de su Ala Aérea Embarcada. Ello frustró el planeado ataque naval argentino para ese día, no pudiéndose repetir la
oportunidad posteriormente.
Por otra parte, entre los de interceptación de comunicaciones (COMINT), se destaca un satélite conocido con su nombre clave “Vortex” (era el tercero de la serie), cuya misión original era interceptar comunicaciones estratégicas de las fuerzas armadas soviéticas.
La National Reconnaissance Office (NRO) de Estados Unidos (Oficina de Reconocimiento Nacional) admitió que el satélite, lanzado en octubre del año 1981, fue utilizado en apoyo a los británicos: en ese momento, estaba siendo aprovechado para interceptar conversaciones sobre América Central, pero varias horas por día la antena era reorientada hacia
el Atlántico Sur, para captar tráfico de radio militar argentino, asumiendo personal británico su control.
Pero, por sobre todas las cosas, lo importante es destacar aquí que las comunicaciones militares argentinas se encontraban siendo interceptadas en forma regular (tanto por estos satélites como por otros medios). Y, para peor, dichas comunicaciones interceptadas eran también descifradas por las fuerzas armadas enemigas. El jefe de inteligencia del Ejército Británico, indicó después de la guerra a su par estadounidense que “el 90 % de nuestra información provino de la inteligencia de señales”, agregando que la “inteligencia de comunicaciones (COMINT)…se probó como invaluable”.
Entonces, el papel de los satélites de inteligencia de señales (SIGINT – que incluye tanto a las técnicas ELINT como COMINT), puede entenderse no resultó menor.
Concluyendo
En suma, los satélites norteamericanos sobre el Atlántico Sur tuvieron, por las razones aquí explicitadas, una utilidad cierta pero limitada, para el esfuerzo de guerra británico.
Y, al contrario de lo que se podría pensar, fueron los satélites SIGINT quienes hicieron el mayor aporte desde el espacio, agregando que los de reconocimiento visual solo pudieron captar imágenes en no demasiadas oportunidades y únicamente de instalaciones fijas.
Más allá de lo expuesto, sirva este pequeño análisis para dimensionar la ayuda norteamericana a los británicos, en detrimento de su propia capacidad operativa.
Hay que recordar ello, para evaluar correctamente a los contendientes durante el conflicto por Malvinas. Y es que los británicos no estuvieron solos peleando dicha guerra.
imágenes, pero tenía solo cuatro oportunidades para entregarlas a tierra.
Igualmente durante la Guerra de Malvinas los Satelites, la CIA y el fondo del mar
El satélite acababa de cumplir su misión sobre Puerto Argentino y sus alrededores, pero, con una velocidad aproximada de 27.500 km/h, tenía menos de cinco minutos para tomar las imágenes requeridas de la Base Naval Puerto Belgrano, la principal de la Armada Argentina. Algo que se había complicado los días anteriores, ya que un techo de nubes impedía discernir que había amarrado “allí abajo”.
Desde los 400 km. de altura de su órbita baja, enfocó sus cámaras de alta resolución a las coordenadas 38º 53`33“S y 62º06`16“O y procedió a tomar las imágenes pedidas. Misión cumplida.
Nadie lo había visto venir, menos lo habían visto marcharse.
Poco tiempo después, las imágenes se encontraban en el National Photographic Interpretation Center (o Centro Nacional de Interpretación Fotográfica), un departamento de la CIA que dependía de la poderosa Dirección de Ciencia y Tecnología y que se encontraba integrado por analistas civiles y militares de todas las fuerzas.
No era la primera vez que se tomaban imágenes satelitales de la base naval. La CIA mantenía (y mantiene) una constante vigilancia sobre los enemigos, en ese tiempo los países del Pacto de Varsovia, pero a los aliados o afines, mejor también controlarlos. A finales de la década del `70, había aumentado, por alguna razón, el reconocimiento satelital sobre la base y sobre otros puntos de interés militar en Argentina y, en general, en el Atlántico Sur.
No había habido demasiada suerte, sin embargo, en los últimos días. Nubes. Complicaban todo. Pero este 28 de mayo la meteorología resultaba más favorable y las imágenes revelaban las siluetas de los buques. Y allí estaban casi todos los buques de la Armada Argentina.
“BUQUES CAPITALES DE LA FLOTA ARGENTINA SE ENCUENTRAN EN LA BASE NAVAL PUERTO BELGRANO…BUQUES PRESENTES INCLUYEN AL PORTAAVIONES 25 DE MAYO (CV) SIN AVIONES EN LA CUBIERTA DE VUELO…UN SUBMARINO DE ATAQUE CLASE GUPPY (SS)…UN SUBMARINO DE ATAQUE CLASE 209 (SS) EN DIQUE SECO…UN DESTRUCTOR MISILISTICO-HELICOPTERO TIPO 42 (DDGH), UN DESTRUCTOR MISILISTICO CLASE GEARING FRAM II (DDG), UN DESTRUCTOR CLASE SUMNER (DD), UNA FRAGATA LIVIANA FRANCESA TIPO A-69 (FFG), CINCO BARREMINAS COSTEROS CLASE TON (MSC), Y NUMEROSOS AUXILIARES.”
La Armada Argentina se encontraba mayormente en puerto: el portaaviones, uno de los destructores tipo 42 y dos viejos destructores norteamericanos, uno de los avisos franceses y otras tantas embarcaciones.
Lo más interesante, sin embargo, eran los submarinos. Había un Tipo 209 en dique seco y un “Guppy” (genéricamente, un submarino de la Segunda Guerra Mundial con mejoras hidrodinámicas y en ciertos sistemas de a bordo) amarrado.
El “Guppy” no podía ser otro que el ARA Santiago del Estero, que la inteligencia había perdido a fines de abril, cuando desapareció subrepticiamente de su amarradero habitual de la Base Naval Mar del Plata. Realmente un misterio, ya que el submarino se consideraba inactivo desde el año anterior, sin posibilidades de sumergirse y menos de ir a una guerra.
Nadie sabía, entonces, el estado operacional del Santiago del Estero. Y, sabiendo que sería preguntado sobre ello, el analista no tuvo más que agregar en su memo que:
“NO SE PUEDE DETERMINAR EL ESTADO OPERACIONAL DEL SUBMARINO GUPPY”
Desde el 30 de abril que Estados Unidos no tenía mayores problemas en pasar la información satelital recibida al Reino Unido.
La vital información recogida no fue la excepción y, con alguna lógica demora, cruzaba el Atlántico y llegaba al Cuartel General de la flota británica en Northwood.
Buena información para las dos Fuerzas de Tareas coloniales en el sur. Especialmente útil para los submarinos del Almirante Peter Herbert, la Fuerza de Tareas 324. El oficial responsable comenzó a preparar un informe de inteligencia actualizado y, apenas terminado y aprobado, se subió al satélite.
Había tres satélites espías estadounidenses (de reconocimiento por imágenes) en órbita. Los británicos no tenían esa capacidad, así que necesitaban apoyarse en su aliado.
Un HEXAGON/KH-9, lanzado el 11 de mayo de ese año, que tenía el problema de que el film debía ser eyectado hacia tierra, donde era recuperado en vuelo cerca de Hawai y, desde allí transportado en avión hacia el continente.
Los dos KENNAN/KH-11 eran los más modernos del mundo. La información era pasada encriptada y en tiempo real a una estación en tierra, y estaba en condiciones de ser analizada en cuestión de minutos. El KH-11/4 había sido desviado de su órbita sobre la Unión Soviética a principios de abril y estaba haciendo casi todo el trabajo.
Los satélites de reconocimiento eran complementados con la información obtenida de la violación a las comunicaciones “seguras” de la Armada Argentina.
Había habido algunos problemas a mediados de abril, cuando los argentinos cambiaron el código, pero ello fue rápidamente solucionado (pareciera que alguien en Argentina se puso nervioso al leer un artículo del 15 de abril del New York Times que dejaba entrever que las comunicaciones eran interceptadas)
Es que las máquinas Crypto AG de dotación de la fuerza no eran mayor traba para la CIA. Es más, se decía que la NSA (National Security Agency o Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.) tenía “acciones” en esa empresa y, por tanto, la llave para leer los mensajes en clave. Una copia de esa llave estaba en poder de la CIA.
Algunos funcionarios norteamericanos pareciera que se jactaron demasiado de ello, y el 9 de junio, William J. Casey, Director de la CIA, tuvo que amenazar con acciones penales para los involucrados en difundir “el secreto”. El código fue nuevamente cambiado por los argentinos, y nuevamente roto por la CIA.
Obviamente, ayudaban al panorama también los amigos de por acá cerca y los que estaban demasiado cerca, más aún.
Sin embargo aún con todos esos recursos, el Joint Intelligence Committee (JIC), el comité conjunto del Reino Unido que organiza a todas las agencias de inteligencia, tenía un panorama confuso acerca de los buques que se consideraban más importantes (y peligrosos) de la Armada Argentina: el portaaviones ARA 25 de Mayo y los submarinos.
Al portaaviones Northwood lo situaba, en las primeras horas del 28 de mayo, en las cercanías del Cabo Blanco, al sur del Golfo San Jorge.
El submarino HMS Spartan estaba cerca de allí, tratando de ubicarlo, pero no lo había logrado. El comandante del buque, James Taylor, así como Chris Wreford-Brown, en el HMS Conqueror (a 320 millas náuticas al Este del Cabo Blanco y sirviendo de zaguero para cualquier intento de rompimiento) se preguntaban si la información de inteligencia, generalmente buena, estaba acertando esta vez.
Con los submarinos argentinos la situación era peor aún.
El 21 de abril el ARA Santiago del Estero había salido de su apostadero. Pocos días después, el espionaje británico (gracias a los norteamericanos) se había percatado de esta situación y buscaba desesperadamente conseguir información acerca del estado operativo de la unidad.
Algo que no se había logrado ¿Estaría camino a la Isla Ascensión, listo para atacar a las unidades logísticas?
Asimismo, inteligencia informaba el 26 de mayo por la tarde que el ARA Salta tenía problemas en sus tubos de torpedos. Nadie sabía si estaba en el mar o no el 28.
El ARA San Luis, se afirmaba para el mismo 26, estaba definitivamente en patrulla, posiblemente en camino hacia el norte del Estrecho San Carlos. El 28 se dudaba de su posición, o en Puerto Belgrano o en el mar, no quedaba a nadie claro ello.
Las piezas faltaban en el rompecabezas.
Casi a las 9 de la noche del 29 de mayo, a unas 300 millas al Este de Isla de los Pingüinos, en medio de un clima horrendo y un mar agitado, surgió de las profundidades del mar un artefacto que podría describirse como un florero de lata diseñado por un artista kitsch.
El mástil AYH, si bien tenía algunos cristales defectuosos, no captó señal electrónica con grado de peligro alguno, lo que pudo ser corroborado por el operador en el equipo MAE UA4 del HMS Conqueror.
Con el reaseguro que no había nadie emitiendo en el área, pronto emergieron otros apéndices, entre los que destacaban un periscopio y una antena de comunicaciones.
Durante 7 horas se mantuvo en plano periscopio y con los apéndices extendidos. El submarino tenía, desde hace más de un mes, problemas para recibid comunicaciones, algo que se había exacerbado luego de dañar el mástil con hielo cerca de Georgias del Sur. Sin embargo, esta vez la culpa no era de la antena o del satélite (también norteamericano) sino del equipo de clave, que tenía un mal día.
Seis reportes recibidos. Entre ellos COR 430 informaba a la Fuerza de Tareas 324 (los submarinos) que la Armada Argentina se encontraba en Puerto Belgrano o en las cercanías de Bahía Blanca. La información de inteligencia se hacía más clara.
El HMS Spartan repitió para la misma hora el procedimiento y recibió también la señal COR 430. Sus equipos electrónicos UAB eran más modernos y sensibles, pero tuvo más cuidado de exponer apéndices, ya que solo estaba a 90 millas náuticas del continente. El radar AN/APS-128 de un EMB-111 Bandeirante Patrulha (de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina) que había detectado hacía unas horas le recordaba el peligro de ser demasiado indiscreto. Apenas bajada la información del satélite, volvió a las profundidades.
Los restantes submarinos británicos formalmente asignados a la FT 324 estaban desperdigados en el Atlántico Sur. El HMS Onyx y el HMS Courageous recién estaban penetrando latitud 35º S y arribando a la “Grilla CORPORATE”, el HMS Splendid estaba saliendo de ella (por problemas insuperables en uno de sus Turbogeneradores) y el HMS Valiant ya tenía bastantes preocupaciones operando dentro del Estrecho de Le Maire.
Northwood movió las áreas de patrulla y de responsabilidad de las unidades submarinas para adecuarse al nuevo escenario proporcionado por inteligencia: el portaaviones estaba en puerto y, sin Grupo Aéreo Embarcado en cubierta, era dudosa una pronta zarpada. El ARA Santiago del Estero estaba amarrado, así como uno de los Tipo 209 (se estimó era el ARA Salta – quizá por los problemas en los tubos de torpedos anunciados), en dique seco.
Las contingencias a enfrentar eran menores ahora para los submarinos. La certidumbre ampliaba la libertad de acción. Buena información, en el momento justo. Un satélite que hizo la diferencia.
Ni KENNAN ni HEXAGON fueron decisivos. Tampoco lo fue el quiebre de las comunicaciones cifradas argentinas. Pero la guerra es un partido de póquer, y si el contrincante puede mirar nuestras cartas, no importa la buena mano que tengamos, el otro siempre podrá jugar en sus términos.
A 30 años del conflicto, vale la pena recordar las ventajas ajenas y las falencias propias. De esa forma, resaltan aún más el coraje y la entrega de nuestros marinos, soldados y aviadores.
Agreguemos un par de datos más.
El ARA Santiago del Estero, que no tenía sonar ni posibilidades de sumergirse desde 1981 (es decir, no podía combatir en forma alguna), había sido trasladado desde la base de submarinos en Mar del Plata hacia Puerto Belgrano, donde fue camuflado entre dos cargueros. Se hicieron algunas operaciones de “velo y engaño” para intentar confundir respecto el estado operativo del submarino, lo que parcialmente se logró.
EL ARA San Luis estaba en Puerto Belgrano desde el 19 de mayo, habiendo arribado luego de una patrulla de 39 días, en la cual debió permanecer 864 horas en inmersión. Los diversos problemas mecánicos que se fueron suscitando durante el combate (ya que atacó y fue atacado) hicieron que debiera ingresar a dique seco, donde fue observado por el satélite.
El ARA Salta estaba en el mar desde el 21 de mayo, haciendo pruebas de torpedos y evaluando ciertas falencias del buque. Pero, principalmente, generando incertidumbre en la flota británica. Efectivamente, desde el día 23 tenía problemas con los tubos lanzadores. Recién tomó puerto el 29 de mayo.
El ARA 25 de Mayo no salió de Puerto Belgrano después de ingresar allí el 10 de mayo. Su Grupo Aéreo Embarcado operaba desde bases en tierra. Hubo algunas maquinaciones argentinas para despistar a la inteligencia británica acerca de su paradero, lo que pareciera dio resultado parcialmente.