El estado de la Armada Argentina en el 2019

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La Armada Argentina sufrio un fuerte impacto con las políticas presupuestarias durante los últimos años. La falta de fondos ha atentado no solamente con la misión primaria del arma, sino que también le ha limitado la capacidad de modernizarse y de alzarse con reemplazos.

La incidencia económica ha llevado a un paulatino estado de deterioro de las capacidades navales y un empuje hacia la obsolescencia de sus medios, los cuales pasan el mayor tiempo del año amarrados sin operaciones.

El recorte presupuestario ha llevado a que los aproximados 8 mil millones de pesos previstos para el año, sean destinados en gran medida al pago de gastos corrientes, limitando fuertemente la posibilidad de destinar fondos a días de operaciones, de control de la Zona Económica Exclusiva, de modernización de sus distintos sistemas de armas y de avanzar en contratos que permitan fomentar un gradual reemplazo de sus sistemas mas viejos, cuestión que ya viene siendo abordada por los países de la región desde hace algunos años.

La columna vertebral de la Flota de Mar, estructurada a razón de sus corbetas Meko 140 y destructores Meko 360, sigue sin poder avanzar en planes de modernización que estimen cambios de sensores y armamento acorde a los estándares del siglo XXI. La modularidad de ambas clases de buques, diseñadas en la década del 70 y construidas en las dos décadas siguientes, pierde su razón de ser conforme no se asignan fondos para sus modernizaciones.

Los planes de actualización de capacidades, como el refuerzo de las corbetas y destructores con sistemas MR-SAM tipo Barak de origen israeli y sistemas de radar de ultima generación, entre sistemas franceses o desarrollados por INVAP, continúan juntando polvo a la espera de iniciativas políticas por dentro y por fuera del Ministerio de Defensa.

En el 2019 y tras la perdida del Submarino ARA San Juan, ha marcado para el arma submarina un año de quiebre frente a 86 años de operaciones ininterrumpidas y generación de doctrina. Sin las capacidades estratégicas que le ofrece este tipo de sistema de armas, la Argentina a través de contactos con Brasil ha apuntalado la idea de transferir desde la marina vecina un lote de 4 submarinos clase Tupi. Sin embargo, la noticia no ha generado buena respuesta en la Marinha do Brasil atento a que en la actualidad su flota consta de 6 submarinos, y el reemplazo de los IKL por submarinos modernos salidos desde la base Madeira se estima en varios años por delante.

Las capacidades de patrullaje han tomado la primera plana en los últimos años en función del martirio de la pesca ilegal, que ofrece un gigantesco espectáculo luminoso en la milla 200 y que ha presionado al Poder Ejecutivo en avanzar en la compra de corbetas clase Gowind. Siendo una de las pocas capacidades financiadas en los últimos años, se espera que la primera Gowind (ARA Bouchard) llegue este año. Sin embargo, las corbetas adquiridas a través de un contrato de 319 millones de euros no impulsan una mejora en las capacidades de combate de la Armada, siendo buques fabricados especialmente para tareas de control de pesca y patrullaje.

Por el lado de buques de instrucción, la fuerza naval continua en una espera impaciente de recursos para la terminación de sus lanchas LICA, las cuales vienen siendo objeto de constantes restricciones presupuestarias y atrasos. El desarrollo de la industria militar naval mantiene su velo de inseguridad mientras funcionarios y empresa no demuestran grandes capacidades de competir dentro de un ámbito productivo sumamente dinámico y en franco crecimiento.

Mientras los distintos países de la región han avanzado en planes de modernización y adquisición de nuevas unidades, entre ellas, grandes sistemas navales de proyección de fuerza, la Argentina ha quedado muy detrás de las capacidades vecinas. Tanto Perú como Brasil y Chile han incorporado buques LPD, LPH o LHA que le otorgan a la fuerza un enfoque proyectivo que la Argentina ha perdido con la baja de su portaaviones ARA 25 de Mayo. Si bien el país mantiene planes para incorporar plataformas LPD o LPH, la falta de fondos actual impedirían tanto su adquisición como su puesta en servicio y futuras operaciones.

La fuerza, que promedia casi los 50 años entre sus diferentes cascos se observa vetusta frente a las vecinas, las cuales han avanzado en nuevas incorporaciones ademas de modernizaciones y sistematizaciones con misiles y comando y control de ultima tecnologia. Es así, que con el acontecer del tiempo y la constante degradación de los sistemas actuales, existe el miedo de que la Armada cuente a futuro solo con sistemas modernos para misiones secundarias y que las plataformas para llevar a cabo guerra submarina, superficie y antiaérea se estanque en tecnologia superada con creces para escenarios en el Atlántico Sur donde no solamente hay una ocupación de territorio, sino que existe una pretención que se proyecta a la Antártida.