La respuesta es obvia: ese conjunto de islas e islotes constituye la llave estratégica en el dominio de los accesos desde el Pacífico al Atlántico Sur y son el fundamento para las apetencias sobre la Antártida, donde su condición de Estado reclamante de soberanía, no le inhibe de considerar favorablemente su condición de socio de EE.UU y la UE, en los proyectos de aprovechamiento de los recursos zonales, asignándole máxima prioridad, luego de conocerse las precisiones y evaluaciones surgidas de dos Informes ingleses (Griffiths y Shackleton) y las observaciones de los buques EE.UU. Western Shoal y Dunlap, en referencia al potencial petrolífero de las cuencas sedimentarias de la plataforma continental argentina.
Como dato de interés, podemos afirmar que en la etapa posbélica, se pudo comprobar que la importancia estratégica del Atlántico Sur para las naciones industrializadas de Occidente y los miembros de la OTAN no había decrecido.
En 1984 circulaban 2.300 buques mensuales por la ruta del Cabo de Buena Esperanza, entre ellos, 600 petroleros provenientes de Medio Oriente, lo que llevaba a las naciones de la Organización a satisfacer por esa vía el 80% de sus necesidades de hidrocarburos y minerales estratégicos