Soldado Jose Honorio Ortega

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La historia de José Ortega, el único soldado santacruceño caído en Malvinas.-

Desde la Patagonia a Malvinas

El 21 de julio de 1963 nació en Río Gallegos, José Honorio Ortega, hijo de José Bernardino Ortega y Sonia Cárcamo. A los 19 años de edad, el 1º de febrero de 1982, fue incorporado al Regimiento de Infantería 25, en Colonia Sarmiento, siendo destinado a la Compañía de Infantería “B”. Allí recibió la instrucción básica para ser considerado soldado conscripto en forma altamente satisfactoria, “demostrando inteligencia, voluntad y energía para ejecutar las misiones impuestas”, según lo calificaron más adelante.

Con la proximidad a la fecha de inicio del enfrentamiento bélico contra Gran Bretaña en reclamo por la Soberanía de las Islas Malvinas, el 26 de marzo de 1982, José Ortega fue destacado para integrar la 2da Sección de la Compañía de Infantería “C”, con miras al desarrollo de las futuras operaciones de combate. Sus autoridades fueron el jefe de Compañía, el Teniente Primero Carlos Daniel Esteban, el jefe de Sección, Subteniente Juan José Gómez Centurión y su Jefe de Grupo, el Sargento Sergio Ismael García.

“El 18 de marzo de 1982 fue la última vez que vi a José. Llegó de Sarmiento, donde estaba el regimiento hasta Trelew. Nos dijo que tenía un permiso especial para visitarnos. Lo último que me pidió fueron tortafritas, después tuvimos una charla familiar y sólo nos dijo “tengo que volver hoy porque tengo una misión especial”, contó Sonia Ortega rememorando minuto a minuto las últimas charlas con su hijo.

José Ortega tenía 19 años cuando partió a las Islas Malvinas. Con cinco soldados bajo su responsabilidad asumió el reclutamiento como “un honor y deber”, según describió su madre. Su número de selección fue el 470. “Fueron varios días, revisando los números porque era como una lotería, aunque aún no sabíamos a dónde iban específicamente. Cuando vimos su número, sabíamos que le tocaba tierra, y él lo tomó como algo que tenía que cumplir, nunca lo escuchamos quejarse”, indicó Sonia.

Las primeras cartas

El 1 de abril de 1982, junto al grueso de la Unidad José Ortega, partió hacia la ciudad de Comodoro Rivadavia, donde fueron trasladados al Aeropuerto para ser llevados a la Base Naval Puerto Belgrano, en Bahía Blanca, para embarcar posteriormente a bordo del Almirante Irizar. Al día siguiente, el 2 de abril, el soldado Ortega integró la masa de la Compañía “C”, arribando hasta el entonces Puerto Stanley, transportado en helicóptero. Formó parte de la Compañía “C” tomando la localidad de “Goose Green” (Ganso Verde) el 3 de abril, trasladándose posteriormente a Darwin, donde se instaló la base de combate. En combate, el 24 de abril, prestó juramento de fidelidad a la Bandera Nacional junto a sus demás camaradas del Regimiento de Infantería 25.

Sonia Ortega, comentó que al padre de José le contó sólo algo de la información, homenajes y recordatorios que realizaron al soldado riogalleguense. “Habla poco del tema y siempre le afecta mucho, cuando se aproxima el 2 de abril son días más tristes y difíciles de atravesar”.

Recordando las últimas comunicaciones con su hijo desde que pisó el suelo malvinense, los primeros días de abril de 1982, Sonia narró que “la única manera de comunicarse con los chicos era a través de cartas, las llamadas eran muy caras y hasta raro que les permitieran hablar vía telefónica. De mi hijo recibí la primera carta el 9 de abril, donde me relató el minuto a minuto del viaje. Con letra mayúscula escribió LLEGUÉ A MALVINAS”.

La madre del Soldado Ortega, manifestó que hasta la actualidad sostiene que nunca se especificó el destino de los soldados. “Sólo los Generales supieron de entrada a dónde se llevaban a nuestros hijos”. La familia se enteró que José Ortega estaba en Malvinas cuando llegó allí.

Durante los combates de Darwin, el soldado Ortega participó de un contraataque efectuado por su Compañía en el cual su Sección se aferró en el combate con el enemigo durante 30 minutos. Después de unos cuántos intentos y, habiendo rechazado el Jefe de Sección, Subteniente Gómez Centurión, la intimidación a rendirse que le hiciera un oficial británico, el enfrentamiento volvió a reactivarse. Fue allí que a causa del hostigamiento ejercido por el enemigo dieron la orden de que el grupo de combate se repliegue hasta sus posiciones originales. El enfrentamiento duró hasta a las primeras horas de la noche. Allí, junto a los soldados José Luis Allende, Ricardo Andrés Austin y Ramón Ángel Cabrera; el cabo Héctor Rubén Oviedo y el sargento Sergio Ismael García, murió en combate José Honorio Ortega. La hora oficial de fallecimiento marcaría la fecha que modificó para siempre la vida de Sonia y su familia: eran las 11:30 de ese 28 de mayo.

“De José sólo tengo seis cartas, la última la recibí el 22 de mayo. Llegaba una carta por semana, pero después de mayo no supe nada más de mi hijo, no teníamos forma de comunicarnos y nadie nos decía nada”. José se desempeñaba como integrante de un grupo de tiradores. Al ejecutar fuego desde una posición defensiva en la pista de aterrizaje, recibió un impacto de bala en la frente produciéndole la muerte en el acto.

“El día que nos despedimos, hablamos del bebé que yo estaba esperando que resultaron ser mellizas, siempre preguntaba sobre el embarazo. Murió sin poder conocerlas a Carolina y Melisa que nacieron dos meses después de su muerte”, relató Sonia Ortega a esta periodista.

La peor noticia

Con la esperanza de que su hijo retornara de las Islas Malvinas, Sonia y José, su esposo, esperaron los 15 días que contemplaba el Ejército para buscar a los soldados. En el mes de junio finalizó la infructuosa guerra y no vieron regresar a su hijo.

“Varios amigos nos dijeron que lo habían visto, empezamos a hablar con gente de Ushuaia con la esperanza de encontrarlos”. Sin mayor éxito en la búsqueda, Sonia y José recibieron en octubre recién, la triste noticia de que su hijo había fallecido en Malvinas el 28 de Mayo. “Pasaron muchos meses hasta que nos llegó el certificado de defunción donde nos confirmaron que José había muerto. De allí en más todo fue muy triste. Mi familia parecía desmoronarse, pero pudimos unirnos y continuar. Nunca desde el Estado recibimos ayuda, ni contención, ni un lugar al cual acudir al enterarnos de que nuestro hijo murió como soldado en Malvinas”.